ROSALÍA

Rosalía «es» tierra
marrón, solícita, áspera,...

Delgada como una hoja de eucalipto,
bailarina como aquella con los vientos sempiternos de la primavera del Masallé.

De su piel, crecen flores y aves que nadie ve:
margaritas humildes de campo, calandrias, torcacitas, perdices,...

Al pasar
se huelen y escuchan generosamente.

Rosalía.
Generosa,

va con el delantal perdiendo granos tras el gallinero
¡y huelgan más aromas y canciones por ahí!

. . .

Ya,
la tierra del Masallé

-o al menos un montoncito infinito-
es Rosalía.

Margaritas, calandrias, torcacitas, perdices,...
que nadie ve.



COMO UN RÍO

Como un río
que parece terminar en la mar

y la mar en tal parecer
no devolverlo,

inicio en cada texto
un diálogo.

Como un río,
como un río.

. . .

Como un río,
que va por la llanura o entre piedras,

que llega a la mar
y en la mar se evapora,

que forma nubes,
precipita,

que cubre de nieve cimas
y vuelve a ser río...

inicio
cada pequeño texto...

¡como un río!
¡como un río!



YO FUI ESE NIÑO

“Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.
Viajaron al sur.
Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:
—¡Ayúdame a mirar!”
EL MAR de EDUARDO GALEANO

Yo fui ese niño, Eduardo:
Diego Kovadloff,

aquel que enmudecido por la hermosura del océano
necesitó ayuda.

. . .

Yo fui ese niño..
y otros lo fueron

y
otras.

. . .

Aún llevo en mi corazón izquierdo
con la sangre aireada

aquel tartamudeo:
¡Ayúdame a mirar!

Aún llevo...
el aire salado,

las olas,
el infinito más  cierto

y
el ayudar.



Y JUNTARÉ

Y juntaré cierto día mis cenizas
cuando el Horizonte Grande haya cruzado.

. . .

Bajo el Gigante en la Bella Plaza
o por la ribera nevada del Lago y de junio

o por los médanos del Masallé
o en esta cocina

-donde se hirvió leche de campo
y se leyeron billikenes-

seguiré por instinto escribiendo...
con porfía,

¡por la gente!
¡por la Vida!



MIENTRAS HAYA INJUSTICIAS

Mientras haya injusticias,
una, al menos una,

en la periferia del sol y del oro,
en la oscuridad de la luna y el revés de la balanza de plata,

encontraré un sustantivo
y un verbo

o lo fraguaré del grito o del silencio,
si es necesario.

Mientras haya un error,
en aquellos sustantivos propios o comunes,

en aquellos verbos,
¡sólo uno!

encontraré antes de partir,
un instante más de vida para corregirlo

...y partir
más bueno.



UN INSTANTE (a las víctimas viales)

Un instante en la historia de Alguien,
un instante en millones de instantes.

Un instante de un necio que hiere o «ejecuta» a Alguien,
un instante de Alguien que es herido o «ejecutado» por un necio.

No son dos, tres, cuatro instantes.
No es un juguete que se rompe, que se pega y jugamos.

Es un instante, un segundo, un santiamén.
Es Alguien herida o «ejecutada».

. . .

Es una historia más chiquita
o es nada más

en
un instante.



FUE CRECIENDO (el bullying)

Fue creciendo
devorándose,

llegando, contrasentidamente,
a tener más de dos metros de alzada

desde donde vivía
y veía la vida.

. . .

Lo hizo
sistemáticamente,

principiando con sus palabras
hasta el silencio,


ultimando con sus lanas hiladas
hasta el desposeimiento.

. . .

Logró, incluso,
autoabastecerse.

. . .

De la piel, de su calzado y del aire del último respiro, por pedido expreso,
le construyeron al morir un curioso ataúd

. . .

que a nadie gustó,
coincidiendo con su deseo expreso.



DEBERÍA HABER UN EXAMEN

Debería haber un examen para ser Adulto
en aquella tierra.

Una de sus temas, “Argumentación”,
filtro de hierro

(del buen hierro,
del hierro de aquel justo herrero)

. . .

¿Por qué usted dice “todas”?
¿por qué, “ninguno”?

¿o “nadie”?
¿o “siempre”, o “jamás”?

¿Por qué «…los de esta -aquella- tierra piensan, sienten, actúan...»,
en la pregunta número 946, respondió tajante?

¿Por qué, cuando sus emociones escriben,
escriben “aquel rostro es feo”, “este es agraciado”

¿Es usted un escriba de Osiris?
¿un estadista severo?

. . .

No sólo la ciencia requiere argumentos,
también las opiniones,

incluso,
las que sortean la pluma de Maat.

. . .

Cre
o.



SALDRÉ (los versos de la carhuentena XII)

Saldré con el pelo más largo
saldré con el pensamiento más largo.

. . .

En "mi" época, me agradaba el cabello más largo.
El viento de la calle Chile y sus dedos porteños lo hacían de ese agrado.

. . .

En "mi" época, reconocíame un pensamiento más extenso,
extendido lazarillamente por: la arquitectura, las bellas artes, la psicología, la medicina, la física, la informática, las ciencias sociales, la historia, las matemáticas.)

. . .

Saldré con el pelo más largo,
saldré con el pensamiento más largo.

In
ciertos.



AL CAMINAR

Al caminar,
nuestros rastros dibujan nuestros argumentos.

. . .

Nuestras rastros de:
pies,

zapatos LV,
ruedas o alas,...

dibujan nuestros argumentos:
transparentes,

presumidos,
inhumanos o colibríes,…

. . .

El Sol del naciente
los ilumina y diferencia.



TENGO 47 AÑOS, 1 MES Y 3 DÍAS

Tengo 47 años, 1 mes y 3 días
y en cada día de mi vida, desde los 16 años hasta este 13 de junio de 2020, he escrito un texto.

He escrito, entonces, 17.201 textos, cada uno celosamente guardado.
Ninguno por otro u otra leído.

Lo he hecho en 18.045 hojas de carta.
La primera, hoy, amarilla. Ninguna ojeada.
. . .

Tengo 47 años, 1 mes y 3 días
y una duda que asoma entre 17.201 dudas:

Si nadie me ha leído,
¿he guardado 17.201 textos?

¿o he guardado 18.045 hojas de carta escritas?
la primera, hoy, amarilla.



EL PEQUEÑO

El pequeño,
acurrucado en el canto,

duerme
en la cocina con olor a pan tostado

y mate con leche recién hecho…
y despierta.

Duerme
y despierta,

¡como ese ir y venir de su hamaca cuando el Viento la acuna
en el flanco de la Bella Plaza!

Al dormir,
sueña sueños de niños sin hambre.

Al despertar
juega juegos con niños sin hambre.

. . .

La abuela,
entrando y saliendo del sueño,

le canta en guaraní
del mundo de sus Ancestros...

¡un Paraná gigante
de niños sin hambre!

¡de niños
sin hambre!



RECUERDO LA SEPARACIÓN

Recuerdo la separación,
fue un sábado 6 de junio de 1986 a 468 kilómetros de este cuarto.

Fue consensuada,
¡salvo por mi corazón que esa noche se fue con ella!

. . .

Recuerdo el gol del señor Maradona,
un domingo 22 de junio de 1986 a 7362 kilómetros.

Entremedio,
escrupulosamente,

recuerdo la muerte del señor Borges,
un sábado 14 de junio de 1986 a 11546 kilómetros.

. . .

Fue el año del cometa Halley,
excomulgado -según fuentes extravagantes- por Calixto III en 1456.

. . .

Fue el año, envoltura agridulce de estos hechos que recuerdo,
¡en que mi corazón se fue con ella!



HUYO DE LA PALABRA VACÍA

Huyo de la palabra vacía
por la Yrigoyen hacia el lago

(como una hoja de fresno y mayo
a merced del viento del noroeste,

como el galope de Efraín
«por  en  medio  de  la  pampa  solitaria» colombiana fronteriza a la cuarta de forros de «María»)

Me hiero, entonces, de sal costera
por una palabra que supure acto

¡bello,
arracimante!

. . .

Huyo de la palabra vacía,
¡a veces, fuga imposible, inhumana!

Como el camino inexcusable, urgente e imperativo de la Vida:
¡a veces imposible, inhumano!



EN TANTAS HOJAS (los versos de la carhuentena XIII)

En tantas hojas de carta te he besado, mujer,
en tantas palabras,

en tantos signos ortográficos
y renglones vacíos,

en tantos márgenes
y números de páginas...

Besos de llegadas y partidas,
besos entre sábanas o hierbas,

besos de galopes por médanos,
salitrales y Bella Plaza,

besos becquerianos, nerudianos,
besos de madera, metal,
algodón...

que han queratinizado mi piel
urgiendo en los que agolpan

-con la urgencia de noventa días de carhuentena-
¡presiones extranjeras, salvajes!



SOBRE UN LIBRO

Sobre un Libro,
este poema, quizás, ya escrito.

Sobre un Libro,
El Martín Fierro, Los siete locos, Ocre, Operación masacre, El reino del revés, El canto y los motivos,...

Sobre un Libro,
desaparecido, cremado,  oculto, migrado, oxidado.

Sobre un Libro,
pequeño -como “El corazón amarillo” que me dejaste sobre la almohada ese frío sábado de 1974-

Sobre un Libro,
¡ay! la médula de aquel Árbol que me dio sombra. O este material intangible y a verificar con que está hecha la “telaraña”.

. . .

Sobre un Libro,
la Humanidad.



SI ES QUE AL ANDAR

Si es que al andar nos hacemos
codo a codo y tanto más

¡cuán poco me he hecho entonces
por tan poco en ti andar!

Me he sentado bajo el aromo
una mañana soleada a cantar

y entre tanto canto y quimera
¡ay! me he olvidado a ti amar.

Hoy te traigo ese amor dejado,
el canto, mi desvarío y más,

hoy, ¡ved a tus pies mi altura!,...
¿otro olvido?: ¡vade retro satanás!



DESDE ESTA CASA (los versos de la carhuentena XIV)

Desde esta casa,
en esta soledad compartida con:

la luna en lo alto, el aromo en el fondo
y Naranjo en el patio.

Desde esta casa y en la cocina,
con cierto desánimo -por tiempos titilantes de aislaciones y distancias, por cortedades patrimoniales-,

mas
-con ese indeclinable contrapeso de hierro y cristal en el diente del axis de Ariscos y Hurañas-,

persistiendo, en los techos de la “telaraña”:
¡por la Vida humana y la Pobreza humana

como verdades altísimas!
¡como honrado testigo de una época!


EL HOMBRE

El hombre no se recordaba.
Lo intentaba vanamente:

en el espejo poco iluminado,
en su documento arqueado por su trasero,

en sus manos sin anillos,
en sus cuatro libros.

Sí,
sabía que pensaba,

que le dolían los dolores más suaves
y que a los porotos en ciertos lugares les llamaban frijoles,

que en la cama se dormía y amaba
y que ir desnudo pese al calor no cuadraba.

Sabía todo aquello minuciosamente,
pero no se recordaba.

. . .

Sí, la recordaba con una pollera tableada
-por la pequeña diagonal de los liquidámbares deshojados de junio y de la Bella Plaza-

y un haz de sol entre sus piernas...
viniéndole.



EL CIELO RASO (los versos de la carhuentena XV)

El cielo raso era blanco,
interminable, soporífero,

¡con alguna mancha
habría visitado el jardín de Frida!

. . .

Los recuerdos,
la sostenían cuando despertaba.

Los sueños,
cuando dormía y dormía.

. . .

Tenía 63 años
y dolores amurallados por algún fármaco.

Dos hijas,
¡ay! de voces que ya costaban.

¡Treinta y cuatro días frente al cristo de la pared!
Dos nietas.

. . .

Y una mosca brillando por el sol
en el vidrio de la ventana.



HEME FRENTE A TI

Heme frente a ti,
Universo,

de rodillas
y casi entero,

desposeído
y casi cierto.

. . .

Heme hoy
aquí,

yo,
mi obrero.



SOY HOMBRE DE PALABRA

Soy hombre de palabra y de palabras,
de dos siglos  y de este orbe.

Cada ínfima parte de mi altura
tiene el material de una tierra, de un agua salada y de un pequeño asfalto, de mis creos y Demases,...

¡de mis
palabras!

comunes, inventadas, arriadas e izadas, desubicadas,
rimadoras, aspaventosas, azules, arracimantes, metidas,

construidas, deconstruidas,
destruidas, reconstruidas.

. . .

Soy hombre de palabra y de palabras
aquellas que urgen ser palabras que hacen.

Sustantivos colectivos, verbos,
¡oraciones cumplidas!



MARÍA (los versos de la carhuentena XVI)

María,
se habla vigorosa emprolijando la colcha,

canta,
sonríe al recordar algún nieto sonriendo,

acaricia su grato perro,
jalea de patio a patio a su comadre abatida

y reza sólida,
al acostarse.

. . .

María,
es Pedro, Ana, Juan, Sara, Jesús,

los nietos sonriendo,
la comadre abatida,...

en la soledad
de una innúmera cuarentena,

. . .

María
vigorosa.



ACÁ BERTOLT

Acá Bertolt,
a tu sombra, a tus inquietudes:

El héroe,
¿es siempre el padre?, ¿el hijo?,

¿tan pocas
la héroe?

El héroe,
¿es sin otros ni otras?

. . .

¿Es un Odiseo glorioso
cruzando un Mediterráneo que alborea a sus pies?    

¿Es un Odiseo glorioso
esperado por una itacense cuyo único destino es tejer y destejer hasta su arribo?

. . .

¡Ay!
tejer, destejer, tejer, destejer...



NUNCA MEJOR ESCRITO (los versos de la carhuentena XVII)

Nunca mejor escrito
que el gato se ha ovillado.

Su «lana»,
naranja

-en un santiamencillo,
en la ventana hacia el aromo,

en el mediodía
del 22 de junio y carhuentena-,

lo ha hecho un ovillo
"pequeño, peludo, suave"

. . .

Como a su lado polenta,
en una sinfonía

de naranjas, Platero, Juan
y silencio.



CUANDO INICIO UN ESCRITO

Cuando inicio un escrito -o iniciaré los de mañana o inicié los de ayer-
continuo -continuaré, continué- indefectiblemente con un diálogo...

a veces confuso,
a veces hiriente,,

a veces impuesto o calcado,
a veces yo,

a veces,
a veces.

Otras
bello.

. . .

Es el diálogo que iniciara,
tal vez con un llanto,

un 30 de abril
de 1950.



A TRAVÉS (el caldén del Barrio Illia)

A través de la pequeña ventana y blanca
el caldén se veía extremadamente severo,

imponiéndose seco sobre el despojado paisaje trasero
como una gigante cruz sin iglesia.

. . .

Laura,
casi vidrio,

escuchaba el sueño de su pareja
en la cama de caña.

Sonaba a cansancio,
maldiciones y vino.

. . .

En la calle de tierra, un hornero,
herido de oro por el último rayo, parecía mirarle.

Los ojos de Laura y de miel,
heridos también de oro,

lo siguieron hasta alzar el vuelo
y alejarse con el rayo.

. . .

Su mano derecha y el repasador
-aún húmedos de secar dos platos-

arrebujaban a la virgencita de la cadena.
El hornero y sus ojos de miel ya no se veían.



NO TODO CAMBIA. NO TODO PERMANECE.

No todo cambia,
no todo permanece.

. . .

No todo cambia.
Algo sigue...

de aquel niño con hojas de higuera y dinosaurios entre las manos,
de aquel muchacho de traje marrón y alas de Ícaro,

de aquel joven de mil facultades porteñas,
de jacarandás y amores,

de aquel maduro Amadeo Jacques
y severo.

. . .

No todo permanece.
Algo es distinto...

el rostro del niño, del muchacho, del joven, del hombre,
la memoria y las leyes de Kirchoff,

la casa de las higueras -hoy del aromo-,
los familiares partidos,

los vecinos: uno, dos, tres, cuatro, cinco,..
sus reposeras de la vereda y el oscurecer.

El Río Leonino, Malvinas,
Epecuén, Epecuén.

Los abrazos que fundían ventrículos izquierdos,
las Plazas de Mayo justas, libres y soberanas.

. . .

No todo cambia, no todo permanece.
No todo es todo.



TANTO DOLOR (a lxs chicxs de Tarnow, Polonia 1942)

Tanto dolor aún se agrupa en aquel verso, Miguel Hernández.
Siento.

Como tanto dolor,
en centenas y centenas,

se agrupa en el aire y en los pájaros,
en los troncos y en las hojas

de este bosque de Buczynay.
Siento.

Ochocientos dolores
en cada silenciosa caída de hoja,

en cada dieciséis decímetros cuadrados de piso,
en mil seiscientos pequeños ojos

abiertos,
como los tuyos últimos, Miguel Hernández (alguien dijo).

Tanto dolor.
Memorizo.



QUIÉN ES DE ESTA TIERRA (los versos de la carhuentena XVIII)

¿Quién es de esta Tierra
Masallé?...

¿El salvaje guanaco?, ¿el caldén?
mas, ¿dónde están hoy su balido y su sombra?

¿Es el mapuche
venido de las montañas?

¿Somos nosotros
-otrora: italianos y españoles, franceses y portugueses, alemanes del Volga y judíos-

venidos tras el bramido del rémington y la sangre
o el posterior sonido de henchidos barcos?

¿Es el eucalipto traído de Australia?,
¿el turista llegado por sus quejas?,

¿la bella Torre Blanca venida de Francesco el siciliano
y de los treinta?

 . . .

Y la misma tierra
venida de la vieja Cruz del Sur…

¿es
de esta Tierra?

. . .

¿Quién es de esta Tierra?
¿quién de este “Lugar Verde" y salado?

Los enterrados en sus profundidades:
¿son de Ella o sólo de nuestros recuerdos?

Y nosotros que respiramos,
que nos hicimos de nosotros, de los Demás y de ninguna peste… ¿lo somos?

. . .

¿Quién es de esta Tierra
Masallé?



DUDABA ANTONIO (los versos de la carhuentena XIX)

Dudaba Antonio
de sus mil dolores

y sin manifiesta queja
se preguntaba:

- ¿Eran dolores aquellos
de real talante

o argumentos inasomados
de su flaca vida?

. . .

- ¡Ay!, ¡ay! ¡mil dolores, sesenta años, deudas varias y una peste!,
en su sayo empolvado, Antonio, se quejaba,

mientras la semilla al surco del Masallé
¡justo caía!

y el Sol del 18, al caer,
por el aire la doraba y bendecía.



VENTE ZULMA (a Zulma Sáenz y Federico Lorca) 

Vente Zulma a bailar por acá,
que ni pestes ni muertes de malafollá separen.

Corre por el océano. ¡Vuela!
Aletea tu pelo de noche y sin luna.

. . .

Mi balcón, ¡vedlo!,
está hoy enllenado de malvones floridos,

de naranjas y de trigos, ¡aromas!
¡de illos y segadores venidos!

-sólo
por nosotros-.

. . .

Vente.
Sea un flamenco, sea un tango,

¡sea por donde el corazón
y nuestros pies descalzos vayan!

Pero vente mujer
¡que bailemos ya!...

que hay sangre nuestra y bien colorá
por los aires...

por los aires descalzos,
¡descalzos de Granada y Carhué!



UNIVERSO MÍO

Universo mío,
cercano a la eternidad y a la infinitud máximas posibles,

construido por ti mismo,
en constante evolución y sin destino ni voluntad algunos,

hacedor azaroso de esta bella Tierra
y de su Sol, padre y madre de toda vida -acá-

y de una maravillosa maravillosa especie:
¡la Homo Femina Sapiens!

en constante construcción y voluntades
¡ciertas!

. . .

[Nobles, indiferentes o mezquinas
¡ay! ¡inciertamente ciertas!]

. . .

Universo mío,
si hoy partieras

¡dejadme un instante y una semilla de aromo
para plantarte!



DEL ALJIBE

Del aljibe subió la Luna,
yo,

entre las sombras de la Yrigoyen,
oscuro por tu perdón iba.

. . .

Y la luna me baldeó de blanco
aquella noche dolida.

. . .

¡Ay!
de negro mi corazón iba.

De blanco y de ti,
mi corazón,

¡jazmines blancos
bajo la Luna volvía!



EL VIEJO JARRO

El viejo jarro enlozado en un descuido
dio quejosamente contra la dura baldosa.

Dos pequeños pedacitos
saltaron por el aire de la mal iluminada cocina perdiéndose por unas sombras.

Helena se puso los anteojos
se agachó mudamente 

y, tras unos minutos,
logró tenerlos.

. . .

Mientras recordaba aquella alegría de Juan por su reincorporación a la fábrica,
el jarro compuesto hábilmente crepitaba con el hervor de la leche.




PENSABA EN ELLA (los versos de la carhuentena XX)

Pensaba en ella
durante la peste.

Pensaba...
cuántas paredes los separaba -había calculado cincuenta y dos-,

cuántos metros cúbicos de aire, de nitrógeno, de oxígeno,
cuántas calles vacías,

cuántas ramas primarias de fresnos con torcazas blancas,
cuántos papelitos de caramelos por la vereda.

Pensaba...
cuántas palabras con aliento podrían haberse dicho,

cuántos besos necesarios haberse dado
-cinco al menos diariamente, ¡representaban unos quinientos!-,

cuántas lluvias haber escuchado,
cuántas lunas nuevas, crecientes, llenas y menguantes haber visto ascender por el viejo aljibe.

. . .

Pensaba en ella.
¡Los cuántos eran un remedio para la sinrazón!

Un instante para olvidarla...
¡y respirar!

sin reparar que la olvidaba...
¡y respirar!



BUSCABA

Buscaba en cada cigarrillo,
los primeros.

. . .                      

Ese mareo casi existencial,
casi erótico, casi estético,

donde se bordonea
cierto sentido de las cosas,

cierta exaltación de una noche de amor,
cierto gozo,

que aquellos
le habían ofrendado.

. . .

Buscaba en cada cigarrillo,  los primeros
¡en la soledad más absoluta del universo!

. . .

Pero cada cigarrillo
lo llevaba al último,

¡en la soledad
más absoluta del universo!



Y PARTISTE (a Regina Zabalbeitia)

Y partiste sin despedirte,
Regina.

Fue en marzo
y fue del pasado año,

¡de aquellos años
de manos, abrazos y besos dadores!

. . .

Partiste
y recuerdo,

tras saludarnos
-otras, tras despedirnos-

como un - ¡buenas Carlos!
como un - ¡Chau Carlos!

tu siempre decir sobre
¡lo bien que me apreciabas!...

Firme, bello,
sentencioso,

del centro mismo
de mutuas, simples, pueblerinas sonrisas.



TEMO

Temo celosamente despertarte
mujer,

porque estás en el sueño
conmigo.



INFORME DEL DÍA (los versos de la carhuentena XXI)

Informe del día 8 de julio de 2020:
Ciento veintisiete días de reclusión

con las contrariedades
de las trincheras:

oidos,
dientes, cuello,

pellejo,
vejiga, próstata,...

bajo
la ropa.

. . .

En el frente,
¡en la cúspide de mi altura!

escribiendo,
escuchando

y, ¡ved!
una mariposa cerca de la mano.

. . .

Informe
del día 8 de julio de 2020:

¡Sin novedad
en este frente!



SE SENTABA (los versos de la carhuentena XXII)
Se sentaba en la silla de mimbre
juntando las delgadas piernas

-como un tenedor principal
y uno de postre-.

En invierno, se le veía con una manta de tartán escocés,
en verano, pavoneando un abanico sevillano de Foronda.

Saludaba, parsimoniosamente
y recordaba sus días de clases y su niños y niñas que nunca le crecían.

Sonreía, inaudiblemente
y controlaba -con autoridad docente- la lavanda de gajo plantada bajo la supurante acacia.

Dialogaba desglosando, aburridamente
y repasaba, para sí, el capítulo anterior de su telenovela de las 10.

A las 6 en julio, a las 8 en diciembre, invariablemente,
entraba.

Hoy,
tras el vidrio impecable de la despintada ventana sobre la Razquin,

Susana,
saluda, recuerda, sonríe y controla docentemente la lavanda a florecer bajo la acacia.

No dialoga -por la peste, la distancia, el miedo, la sordera incipiente-.
No repasa, porque la novela, hace meses, había mal terminado...

- ¡Una verdadera lástima!
pensaba.



A DÓNDE FUERON

¿A dónde fueron aquellos hermosos FRENTES carhuenses
ornados de tan vieja y bella  labor?

¿A dónde sus pináculos, sus cornisas,
sus balaustradas y almohadillados?

¿Sus esquinas rematadas
en notables diademas de ladrillos?

¡Ay!
¿A dónde sus puntillosos alquimistas?

. . .

Quedan algunos desperdigados,
por la Pueyrredón hacia las vías,

que, como "cirugiados" rostros añosos,
han visto el pico, la cuchara, la nueva argamasa y los ladrillos pequeños,...

trozar su hidalga altura,
transformar sus delgados ventanales en otros desatinados,

sus graves pórticos y sus profundos  zaguanes
¡en bostezos de grises gorriones!

...

Y las FAROLAS con cuello de cisne
de las esquinas carhuenses,

¡Ay!
¿qué besos de enamorados hoy iluminan?

¿Por qué otras
esquinas?



AVIVAN DOLORES (los versos de la carhuentena  XXIII)

Avivan dolores privados
una y otra vez

(por mano y boca hendidas)
a doler.

Supu-
rantes.

. . .


Me
reservo.

. . .

Escucho hoy,
miro,

me entremeto
en estos 1.810 dolores que deshilachan

y una y otra vez
lo harán.

. . .

Escucho, miro,
me entremeto por delgadeces,

con esta palabra
sin reservas.

Carhué, 11 de julio de 2020



ESTOY EN LA EDAD AUSTERA

Estoy en la edad austera.
Me recuerdo en mis libros de textos

(«Educación Democrática» de Zuretti Peñaloza,
«Antología y comentario de textos» de Lacau Rosetti,...)

con la bella aridez
que ellos tenían en la sola palabra.

Sin remolinos
de imágenes e imágenes.

¡Ay! esa soledad en la hoja
de su blanco escondido y su grisáceo escrito

que me consentían ensoñar
cada color, cada línea,

de lo que el mensaje,
como el mar enceguecedor de galeano,

me arremetía en cada hoja pasada,
en cada oleaje sobre mi bruta roca,

sito ora en el frío y oscuro comedor,
sito ora en el pupitre de manchada madera sobre la 25 de mayo.

 . . .

Estoy en esa edad
de bella y serena frugalidad.



EL PISO DE LA HABITACIÓN

El piso de la habitación
estaba escrito con mil doscientos cincuenta y cuatro pequeñas pisadas.

Había sonetos, liras, haikus,
madrigales, elegías,

superpuestos, paralelos, de derecha a izquierda,...
por las doscientos sesenta baldosas dieciéis meses sin barrer.

. . .

No había jornada,
desde que Amanda -dieciséis meses atrás- se fuera a Guaymallén,

que al levantarse y al acostarse,
no rezara aquellos escritos con sus pisadas

. . .

Para evitar su borrado
Hermes le calzó sus sandalias aladas.



EL FRÍO

El frío del 14 de julio
se le colaba bajo la única frazada.

Juanito Laguna,
vestido.

soñaba una pelota de Maradona,
dos caramelos

y
tres frazadas.

. . .

Juanito,
uno, dos, tres.



HABÍA NACIDO (los versos de la carhuentena  XXIV)


Había nacido muy joven,
posiblemente a los dieciocho,

y, él mismo decía,
partido dos veces:

la primera,
en 1986, antes de nacer;

la última,
después de morir mientras dormía, una tarde ventosa de 2011.

Este hecho fue discutible y extraño para sí,
pues al despertar,

nadie le había informado de su muerte,
ni el viento del 2011 que todo había llevado,

ni siquiera,
su ventrículo izquierdo.

. . .

Más sorprendente:
¡nadie le había informado a nadie!

. . .

Vivió entonces allende la peste,
militando por abejas, lombrices, bichos bolitas, panaderos, mariposas, ortigas y artemias salinas...

luego,
no vivió.

. . .

Un 20 de mayo de 2021,
aquellos lo ungieron venerable de su colectivo

según consta en las "Memorias del Universo":
libro 30.4.1950, página 18.7.2020.



SOLÍAN (los versos de la carhuentena  XXV)


Solían saludarse en el ascensor,
breves.

Solían,
pocas veces.

. . .

En marzo,
llegadas peste y cuarentena,

iniciaron, por azar,
un intercambio de golpes de nudillos en la pared que los separaba.

Primero, breves.
En abril, con el cabo de madera de una cuchara.

De a poco,
a cualquier hora,

supieron sus nombres: Teresa y Nahuel,
sus trabajos: vendedora de flores y paseador de perros,

sus gustos: el cine de Meryl Streep, el fútbol del "Centu".

De a poco,
sintieron sus deseos vestidos.

De a poco,
desnudos.

. . .

Pasó la peste,
vino una normalidad.

En el ascensor,
el breve saludo.



ESTHER BARRÍA (a la trabajadora del hogar)

Esther barría los rincones
con severa atención.

Tras,
se agachaba y remataba hurgando con su índice y una franela, ¡ay! ¡cuán lejanas Nubes de Oort!

Tras el ángulo limpio,
era Esther en rostro de épico final,

¡de heroína
de una jornada y treinta y dos absurdos!

. . .

Día por día,
“con el escobillón, con el índice y la franela”,

Esther aseaba
treinta y dos rincones.

Día por día,
desde el 1 de mayo de 1946 hasta el 10 de agosto de 1993.

. . .

Cuando Esther murió,
los rincones

-tal vez recordando un par, tal vez por extraña evolución-
permanecieron fielmente limpios.

. . .

¡Incluso
tras la demolición de la vieja casa!

. . .

¡Incluso
tras la demolición del Universo!



PASABA ÉL

Pasaba ÉL
por su flanco en mil arroyos silenciosos

sobre un barquito de papel
endeble, sin espiga ni garbo

y al ir y venir le miraba
y al mirarle su amor le hablaba y no le hablaba.

. . .

¡Ay!
grumete medroso de altamar que bajo la noche,

en el papel del barquito sin espiga ni garbo
¡poemas de amor le juraba y no decía!

. . .

Parada,
desde el flanco de mil riveras alegres y parlanchinas,

ELLA,
haciéndose -con ese ir y venir del barquito y su grumete- iba:

¡cauce firme, en un seno de luna!
en el izquierdo -sobre el corazón- ¡sólido puerto!

. . .

¡Y por el cauce firme jaló al barquito!
Y en el sólido puerto besó al grumete

de aquel barquito de papel que, sin espiga ni garbo,
¡iba y venía!